S.A.Alejandra Ludueña. Lic.Susana Moreno |
Las
relaciones de género pueden ser definidas como los modos en que la cultura
asigna funciones y responsabilidades a las mujeres y a los varones, lo que
determina los modos de acceder a recursos materiales (tierras o créditos) o a
recursos intangibles como es por ejemplo, el poder político.
No es posible trabajar la violencia y el
género como temas separados, porque en la vida cotidiana son problemáticas que
surgen en relación.
Y es en esa forma integral e integrada
como tienen que trabajarse.
Para promover el buen trato y las
relaciones de equidad entre los sexos es indispensable analizar acerca de los estereotipos de varón y de mujer presentes
en nuestra cultura.
Es necesario trabajar en forma
mancomunada e interdisciplinaria para abordar de manera integral la
problemática de la violencia, que tiene su raíz en el imaginario de cómo
debería actuar cada persona según su sexo y las relaciones de inequidad que
encarnan un reparto desigual de tareas tanto en el ámbito público como en el
privado.
La educación formal y el campo educativo
en general conforman un espacio clave
para incluir la reflexión transversal sobre los valores sociales que generan la
violencia, para incluir la promoción
del buen trato y la equidad de género.
Si revisamos el proceso por el cual la
violencia hacia las mujeres se convirtió en un problema social y político hay
que señalar el rol del movimiento de mujeres, que introdujo el tema, analizar
la dinámica entre el estado y las organizaciones de mujeres y también el rol de
las organizaciones internacionales.[1]
Para construir
políticas públicas hacia la transformación social, debemos estar dispuestas y
dispuestos a interpelarnos como sujetos y como sociedad. Indagar en lo más profundo de
nuestra persona para desnaturalizar
nociones y prácticas sociales que reproducen las opresiones de género.
Es necesario
reconocer que vivimos una cultura profundamente desigual que le cuesta asumir
que el problema de la inequidad de género es un problema fundante de la
inequidad social.
Hay formas de
violencia toleradas y legitimadas socialmente, hay sujetos a quiénes se les
atribuye históricamente el derecho de ejercer la violencia y hay destinatarias
y destinatarios históricos de esa violencia.[2]
En la actualidad estamos en una etapa de ampliación de la comprensión de la violencia de
género, superando la sectorización de la
década pasada y planteando la necesidad de intervenciones más complejas, que requieren abordajes
interdisciplinarios e interinstitucionales.
Buena publicación, ello ayuda a quienes padecen y no se animan a denunciar. Todo aquello que se pueda hacer por el prójimo enaltece a la humanidad.
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