jueves, 2 de mayo de 2024

Mujeres en las Fronteras de Cristal

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Las mujeres se han incorporado al campo laboral, de forma significativa y consistente, desde hace ya varias décadas en Argentina. 
Sin embargo, persisten obstáculos, externos e internos, que hacen que su inserción laboral sea conflictiva.
Es el caso de las mujeres de sectores medios urbanos que habían iniciado sus carreras laborales en su juventud, al llegar a la mediana edad se encontraban con el así llamado “techo de cristal”. Este concepto será descripto a partir de su doble inscripción: en su aspecto objetivo, como una realidad discriminatoria hacia las mujeres, existente en la mayoría de las organizaciones laborales, y como una realidad subjetiva que impone detención y retroceso en los proyectos laborales de las mujeres.
Acontece además, otro fenómeno que impone obstáculos a la carrera laboral femenina: las “fronteras de cristal”, hallazgo obtenido a partir del estudio de una pareja en proceso de psicoterapia.
El concepto de “techo de cristal” ha sido descripto por algunas estudiosas de la sociología y la economía referido al trabajo femenino, particularmente en los países anglosajones, que hacia mediados de los 80 del siglo pasado se preguntaron por qué las mujeres estaban sub-representadas en los puestos más altos de todas las jerarquías ocupacionales (Holloway, 1993; Davidson y Cooper, 1992; Morrison, 1992; Carr-Rufino, 1991; Lynn Martin, 1991). Esta inquietud surgía al analizar la carrera laboral de mujeres que habían tenido altas calificaciones en sus trabajos gracias a su formación educativa de nivel superior. Sin embargo, su experiencia laboral indicaba que en determinado momento de sus carreras se encontraban con esa superficie superior invisible llamada “techo de cristal”, que les implicaba una detención en sus trabajos.
Las descripciones realizadas sobre el “techo de cristal” en la carrera laboral de las mujeres insisten en destacar los factores culturales invisibles que producen condiciones discriminatorias hacia las mujeres. Pero también podemos destacar factores de constitución del aparato psíquico femenino que, con su invisibilidad contribuyeron a la formación del “techo de cristal”.
Las teorías psicoanalíticas del género nos han demostrado ampliamente, a través de los estudios de autoras como Nancy Chodorow (1984), Jessica Benjamín (1997) y también de algunas psicoanalistas argentinas –Emilce Dio Bleichmar (1997), Mabel Burin (2000), Silvia Tubert (1991)– que las niñas suelen ser más dóciles en ceder ante las presiones y los ejercicios de dominación de otros, en tanto que los niños suelen oponer mayor resistencia a quienes quieran subordinarlos mediante variadas técnicas de coherción. En esta línea, se ha descripto cómo las niñas suelen dominarse a sí mismas y a sus necesidades más tempranamente que los varones, y cómo los varones, habitualmente conservan el despliegue de recursos psicomotores para conservar el dominio de sí y de los otros.
La política contribuyó a reflexionar sobre nuestros conflictos desde otra perspectiva, ej: el enunciado de que lo personal es político. La inhibición de las propias mujeres a resquebrajar el techo de cristal deviene de sentir que se enfrentan con una lucha excesivamente esforzada. Su crítica las lleva no a la confrontación, sino al apartamiento.
En muchos casos, estas mujeres organizan actividades laborales donde miden sus tiempos de dedicación laboral, incluyendo ambientes físicos con espacios y distancias accesibles, todo ello tendiente a un proyecto de vida personal rica en experiencias emocionales y sociales, donde su subjetividad esté involucrada de modo significativo. 
La globalización es un fenómeno asimétrico y desigual, pues en tanto algunas regiones y algunos grupos sociales se fortalecen, otros se debilitan y caen, aumentando las desigualdades preexistentes, a la vez que produciendo nuevas asimetrías.
La globalización actual está basada en valores específicos tales como el consumismo, el individualismo, la glorificación de los mercados, el exitismo y la mercantilización de todos los aspectos de la vida, en tanto que los vínculos intersubjetivos se desdibujan detrás de aquellos valores. También los sujetos pueden quedar desdibujados!
Entre las desigualdades que se exacerban estamos encontrando nuevos dispositivos en cuanto a las relaciones de poder y los vínculos de intimidad entre los géneros, en particular en los modos de trabajar y de vivir en familia.
Si el final del siglo XX quedó marcado por el fenómeno de la globalización, los comienzos del siglo XXI indican otro fenómeno, el de la deslocalización de los sitios de trabajo, ya que sus efectos se producen también sobre las personas involucradas: determina cierres y traslados con su impacto social y subjetivo, creando condiciones de empleo migrante. Hace tiempo que los varones han aceptado estos retos, y van a la búsqueda de las opciones laborales que mejoren su nivel de vida y el de sus familias.
No ocurre lo mismo con las mujeres, porque todavía ellas son consideradas las principales responsables de la crianza de las niñas y los niños pequeños, de los cuidados familiares y de los vínculos de intimidad, de modo tal que cuando existen oportunidades laborales bajo condiciones de deslocalización y de empleo migrante, quienes aceptan esas oportunidades siguen siendo los varones, en tanto las mujeres permanecen en los lugares donde se desarrolla su familia y sus vínculos de intimidad. Pero ocurre que no todas las condiciones de deslocalización laboral son perjudiciales para los trabajadores: existen aquellas que constituyen oportunidades de ascenso laboral, de especialización, de adquisición de nuevas tecnologías, etc. En tanto los varones consideran esas opciones como beneficiosas para sí y para su familia, ellas renuncian a esas oportunidades.
Cuando las mujeres analizan esta realidad laboral desde la perspectiva de la relación costo-beneficio, se encuentran con que es muy elevado el costo subjetivo que pagan si es que han procurado realizar una carrera laboral a la cual le dedicaron tiempo, dinero, energía, con su inherente dedicación y actitud de profundo compromiso.
Si hasta ahora el “techo de cristal” en el ascenso laboral constituía una de las preocupaciones básicas por las desiguales condiciones de trabajo entre mujeres y varones, ahora se suma esta otra desigualdad: las fronteras de cristal que se imponen a las mujeres cuando deben decidir entre la familia o el trabajo. No sólo no todos los puestos de trabajo están disponibles por igual para el género femenino debido al techo de cristal, sino que tampoco todas las localizaciones geográficas donde se ubican los puestos de trabajo pueden ser elegidos por las mujeres.
Estos conflictos dejan sus marcas en la construcción de la subjetividad, en los modos de desear, de sentir y de pensar de las mujeres, y en la posibilidad de formar familias y de tener hijos e hijas.
Sigue en pie el cuestionamiento sobre las condiciones asimétricas que impone la globalización a los ciudadanos y las ciudadanas de los países periféricos y con escasas ofertas laborales y alto índice de desempleo como en Argentina. [i]



[i] Mabel Burin. Las “fronteras de cristal” en la carrera laboral de las mujeres. Género, subjetividad y globalización. Anuario de Psicología 2008, vol. 39, nº 1, 75-86. © 2008, Facultad de Psicología. Universidad de Barcelona. Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), Buenos Aires.

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